Ya no sabía qué hora era, ni qué día, ¿acaso era él?
No se encontraba bien, algo le superaba. Aturdido, buscó aquella promesa etérea que no existe en realidad: la certeza.
Él, tan seguro de sí mismo, durante tanto tiempo y ante tanta gente, por vez primera en su vida, dudaba. Ya nada era irrefutable, todo era laberíntico, ¿quién soy? ¿qué hago aquí?
Sentía el desnivel y no sabía, por vez primera en su vida, qué hacer, qué decir, qué pensar…
Un llanto le sobrecogió y un perfume olvidado de mujer, le entregó a un pequeño, balbuceando, diciendo: Papá…
Abrió los ojos y despertó tras 6 meses…